Hace muchos años, el Sol y la Luna vivían en la Tierra. Eran una pareja muy feliz y no necesitaban de mucho para serlo. Cuando Dios los creó, los dejó juntitos, porque él veía como se querían. Su amor era muy fuerte como para separarlos. Pero…un día, Dios le dijo a la Luna que se tenía que separar del Sol. Ella tenía que estar alumbrando a esas almas de noche, mientras que el Sol, daba toda su energía de día. La Luna le contestó que no, que ella no se podía separar de su amor. Dios le contestó que las distancias no hacen perder el amor que uno siente por el otro.
Las distancias no hacen perder el amor que uno siente por el otro... |
La Luna lloró y pasó días llorando. La tierra se iba cada vez más y más, mientras ella lloraba por su amor, inundándola. Su amor, el Sol, no sabía cuál era el motivo por el cual la bella Luna lloraba.
La Luna no le quería decir nada, pues no quería ver a su amor estar mal, pero ella, lo único que podía hacer era vivir los últimos momentos junto a él, y…llorar. Fue así como tuvieron que subir cada vez más y más arriba, dado que todo se estaba inundando, ya que ella no paraba de llorar.
Es así como llegaron, a un lugar bello, hermoso, llamado Cielo. No sabían en donde estaban. Sólo lo apreciaban.
Ella pensaba si ahí, se iban a separar como le había dicho Dios: “yo te voy a avisar cuando te tengas que separar, aprovecha, vive el presente, disfrútalo”. Es así, como de repente, apareció Dios, entre unas paredes que parecían de algodón, suaves, blancas, a las que llamaba nubes; diciéndole al Sol que se iba a tener que separar de su amor, el de día, ella de noche, “eso significa
que no nos vamos a cruzar más, no la voy a ver nunca más”, dijo el Sol. “Sí, estás en lo cierto”, le respondió Dios. “No, no puedo, no voy a dejar a mi amor irse, se fueron muchas cosas de mi camino, las dejé ir, no las supe aprovechar. No voy a permitir que nos separes”, le contestó el Sol a Dios (en ese momento entendió el Sol por lo que lloraba la Luna). Dios le colocó un brillo a cada uno. Ninguno pudo hacer nada para evitarlo. El Sol de día, la Luna de noche. Dos almas, dos corazones separados por el creador. Cuando se dieron cuenta que jamás se encontrarían… les invadió una gran tristeza. La Luna fue quedándose cada vez más angustiada y a pesar del brillo dado por Dios, fue tornándose solitaria. El Sol, a su vez, había ganado un título de nobleza, el de “Astro Rey”, pero eso tampoco lo hizo feliz. Dios viendo ésto, los llamó y les dijo: “No debéis estar tristes porque ambos ahora poseéis un brillo propio. Tú, Luna, iluminarás las noches frías y calientes, encontrarás a los enamorados y serás frecuentemente protagonista de hermosas poesías.
En cuanto a ti, Sol, sustentarás ese título, porque serás el más importante de los astros, iluminarás la tierra durante el día, proporcionarás calor al ser humano y tu simple presencia hará a las personas más felices”.
La Luna no le quería decir nada, pues no quería ver a su amor estar mal, pero ella, lo único que podía hacer era vivir los últimos momentos junto a él, y…llorar. Fue así como tuvieron que subir cada vez más y más arriba, dado que todo se estaba inundando, ya que ella no paraba de llorar.
Es así como llegaron, a un lugar bello, hermoso, llamado Cielo. No sabían en donde estaban. Sólo lo apreciaban.
Ella pensaba si ahí, se iban a separar como le había dicho Dios: “yo te voy a avisar cuando te tengas que separar, aprovecha, vive el presente, disfrútalo”. Es así, como de repente, apareció Dios, entre unas paredes que parecían de algodón, suaves, blancas, a las que llamaba nubes; diciéndole al Sol que se iba a tener que separar de su amor, el de día, ella de noche, “eso significa
que no nos vamos a cruzar más, no la voy a ver nunca más”, dijo el Sol. “Sí, estás en lo cierto”, le respondió Dios. “No, no puedo, no voy a dejar a mi amor irse, se fueron muchas cosas de mi camino, las dejé ir, no las supe aprovechar. No voy a permitir que nos separes”, le contestó el Sol a Dios (en ese momento entendió el Sol por lo que lloraba la Luna). Dios le colocó un brillo a cada uno. Ninguno pudo hacer nada para evitarlo. El Sol de día, la Luna de noche. Dos almas, dos corazones separados por el creador. Cuando se dieron cuenta que jamás se encontrarían… les invadió una gran tristeza. La Luna fue quedándose cada vez más angustiada y a pesar del brillo dado por Dios, fue tornándose solitaria. El Sol, a su vez, había ganado un título de nobleza, el de “Astro Rey”, pero eso tampoco lo hizo feliz. Dios viendo ésto, los llamó y les dijo: “No debéis estar tristes porque ambos ahora poseéis un brillo propio. Tú, Luna, iluminarás las noches frías y calientes, encontrarás a los enamorados y serás frecuentemente protagonista de hermosas poesías.
En cuanto a ti, Sol, sustentarás ese título, porque serás el más importante de los astros, iluminarás la tierra durante el día, proporcionarás calor al ser humano y tu simple presencia hará a las personas más felices”.
La Luna siguió llorando por su destino, pero… esta vez ya no caían lágrimas, pues ya no le quedaban lágrimas de todo lo que había llorado. El Sol, al verla sufrir tanto, decidió que no podría dejarla abatir más, que tendría que darle fuerza y ayudarla a aceptar lo que Dios había decidido.
Aún así su preocupación era tan grande que resolvió hacer un pedido especial a Dios. “Señor… ayuda a la Luna, porque es más frágil que yo y no soportará la Soledad”.
Y Dios en su inmensa bondad, creó entonces las estrellas, para hacerle compañía a la Luna. Estas contenían una alegría nunca vista, siempre animaban a quien estaba triste. Pero con la Luna no pudieron, ella quería a su amor. Hoy ambos viven así… separados, el Sol finge que es feliz y
la Luna no consigue disimular su tristeza. El Sol arde de pasión por la Luna y ella vive en las tinieblas de sus añoranzas.
Dicen que la orden de Dios era que la Luna debería de ser siempre llena y luminosa, pero no lo consiguió… porque es mujer, y una mujer tiene fases. Cuando es feliz, consigue estar llena, plena, pero cuando es infeliz es menguante, ni siquiera es posible apreciar su brillo.
Aún así su preocupación era tan grande que resolvió hacer un pedido especial a Dios. “Señor… ayuda a la Luna, porque es más frágil que yo y no soportará la Soledad”.
Y Dios en su inmensa bondad, creó entonces las estrellas, para hacerle compañía a la Luna. Estas contenían una alegría nunca vista, siempre animaban a quien estaba triste. Pero con la Luna no pudieron, ella quería a su amor. Hoy ambos viven así… separados, el Sol finge que es feliz y
la Luna no consigue disimular su tristeza. El Sol arde de pasión por la Luna y ella vive en las tinieblas de sus añoranzas.
Dicen que la orden de Dios era que la Luna debería de ser siempre llena y luminosa, pero no lo consiguió… porque es mujer, y una mujer tiene fases. Cuando es feliz, consigue estar llena, plena, pero cuando es infeliz es menguante, ni siquiera es posible apreciar su brillo.
Sol y Luna siguen su destino; él Solitario pero fuerte, ella acompañada de las estrellas, pero débil. Los hombres intentan constantemente conquistarla, como si eso fuese posible. Algunos han ido
incluso hasta ella, pero han vuelto siempre solos…nadie jamás consiguió traerla hasta la Tierra. Nadie realmente lo logró por más que lo intentaron, pues no se dan cuenta que la Tierra es un mal recuerdo, un mal lugar. Ella quiere estar con su amor, con su compañero, pero…nadie los entiende, nadie hace nada por juntarlos de nuevo. Pero Dios decidió que ningún amor en este mundo fuese del todo imposible, ni siquiera el de la Luna y el Sol, entonces creó al Eclipse. Hoy…Sol y Luna, viven esperando ese instante, esos raros momentos que les fueron concedidos y que tanto cuesta que sucedan. Cuando mires el cielo, a partir de ahora, y veas que el Sol cubre a la Luna, es porque
se acuesta sobre ella y comienzan a amarse en ese acto de pasión al que se le dio el nombre de Eclipse. Porque aunque sea un minuto, la Luna y el Sol están juntos de nuevo. Es difícil recordar que el brillo de su éxtasis es tan grande que se aconseja no mirar al cielo en ese momento. Tus ojos pueden cegarse al ver tanto amor.
incluso hasta ella, pero han vuelto siempre solos…nadie jamás consiguió traerla hasta la Tierra. Nadie realmente lo logró por más que lo intentaron, pues no se dan cuenta que la Tierra es un mal recuerdo, un mal lugar. Ella quiere estar con su amor, con su compañero, pero…nadie los entiende, nadie hace nada por juntarlos de nuevo. Pero Dios decidió que ningún amor en este mundo fuese del todo imposible, ni siquiera el de la Luna y el Sol, entonces creó al Eclipse. Hoy…Sol y Luna, viven esperando ese instante, esos raros momentos que les fueron concedidos y que tanto cuesta que sucedan. Cuando mires el cielo, a partir de ahora, y veas que el Sol cubre a la Luna, es porque
se acuesta sobre ella y comienzan a amarse en ese acto de pasión al que se le dio el nombre de Eclipse. Porque aunque sea un minuto, la Luna y el Sol están juntos de nuevo. Es difícil recordar que el brillo de su éxtasis es tan grande que se aconseja no mirar al cielo en ese momento. Tus ojos pueden cegarse al ver tanto amor.
Es ahí donde comprendemos que todo amor es posible, y donde podemos llegar a comprender que como ellos debe haber muchas personas que sufren de amor, quizás porque no lo tienen, o lo tienen lejos, o nunca llegó, o simplemente renuncian a él por temor a algo. Pero hay personas que no entienden que la distancia no separa el amor que siente el uno por el otro, que no lo destruye. Y hay muchas de ellas, que se quieren olvidar de ese amor, ya que olvidar es fácil, quitarlo del corazón es lo difícil.
Pero no hay que olvidarse de esas personas que cuando uno está mal lo hacen levantar, se podría decir nuestras estrellitas, nuestros amigos. Son lo mejor que tenemos. Pero ni ellos pueden dejar que nosotros suframos por el amor de nuestras vidas. Entonces tú, si alguna vez te pusiste a observar el cielo, de día, cuando está el Sol, piensas: “¡Que hermoso día!”, y de noche nos decimos “¡Que bella Luna, que bellas estrellas”! Pero ellos, en ese momento, están pensando en su amor, esperando el momento del Eclipse. Sólo un instante puede llenarlos de amor para hacerlos más fuertes y seguir luchando por su amor, hasta que se junten de nuevo. Porque el cielo guarda bellezas tan grandes...
Que belleza de historia de el sol y la luna
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