Tanta paz lleves, como descanso dejas... |
Una pérdida humana, no siempre es sinónimo de bondad. A veces, estamos ciegos por lo que otros nos cuentan de quién se va. Debemos aprender a no involucrarnos en aquello que no va con nosotros, que no nos aporta nada: si no conocíamos a la persona fallecida, es mejor no repetir como un mantra lo que otros nos dicen. Porque por mucho que se repita algo, si no es verdad, nunca lo será... y el tiempo nos los demuestra (antes o después, pero nos los demuestra).
¿De qué sirve hablar de alguien que no conocemos? ¿Sólo lo hacemos por cortar el traje? Cada persona es como es. Ni mejor ni peor. Incomparable. Nunca hablo de quién no conozco. Cada uno tiene una familia, una genética, unos valores... o ausencia de valores. ¿Quién soy yo para opinar de quién no conocí, de alguien con quién tal vez no compartí más que un lazo de vecindad? Presto atención a lo que me dicen, y en qué contexto me lo dicen: cuando alguien ha perdido a un ser querido, fomenta lo positivo. Pero tan sólo cuando el tiempo pasa, es cuando se debe tener los cinco sentidos: he conocido gente que habló bien de la persona fallecida, y al cabo de un tiempo de duelo tuve que preguntar de quién hablaba... La persona fallecida era la misma... pero quién lo recordaba, se había despojado de esos sentimientos que le impedían ver sólo lo positivo... Lo veía como realmente era. Sin máscaras. Sin trampas sentimentales.
Por tanto, cuando usemos u oigamos frases hechas (qué maj@ era fulanit@, tendrías que parecerte a menganit@, cómo le gustaba la fiesta, es cómo su padre, lo sabía todo de todos, lo dejaron tirado...), pensemos en todos los significados posibles que puede tener. Calma, para enjuiciar... Respeto, para opinar.
Quid pro quo.
Lo que valga para tí, que valga para mí.
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