Los amigos son diamantes. |
Los que mejor me conocen, se ocupan y preocupan de que esté bien, tranquila en paz. Me dan su tiempo, me regalan sus oídos y sus ojos, me hacen pensar y me cuentan sus experiencias. Reímos y lloramos juntos. Compartimos comidas y aficiones. Nos tratamos como iguales. Lo mismo puedo decir de mí: para los que más cerca tengo, para los que más quiero, siempre tengo mi tiempo a su disposición. Quiero su paz, su felicidad, su alegría. Y como la amistad se basa en reciprocidad, ahí estamos cuando estamos bien, y cuando necesitamos desahogarnos. Soy generosa en afectos, en tiempo, en conversaciones eternas, con aquellos que siento su corazón cerca. Presumo de su amistad, y ellos de la mía. Es recíproco. Son los AMIGOS.
Luego están los que creen conocerme, les vale con saber de mí por lo que otros les cuentan. Sólo saludan, hacen preguntas que llamo rápidas ("¿qué tal todo?" o "estás bien"), a las cuáles quieren respuestas cerradas ("sí", "no", "bien"). Y a continuación, pasan a contarte sus problemas, sus rutinas... su vida. Son personas frívolas que lo único que quieren es seguir ahí, pero para que tú les escuches. Ésta semana me encontré con una persona de estas por la calle... Y tras leer entre líneas, decliné la invitación a un café. Ya sabía lo que me iba a encontrar, así que mi tiempo es mío, y para los que quiero y me quieren. Nunca van a dejar de estar en tu vida, pero no los llamarías para contar una intimidad. Eso sí, ellos, le cuentan su vida a todos. Son los que yo defino conocidos.
Y luego están los que no te conocen, y si te descuidas te cuentan tu vida... Se basan en tópicos, en juicios y prejuicios. Para ellos, es todo comparable. Han vivido tanto, que no escuchan a nadie, pero te exigen que estés para cuando ellos te necesitan. Hablan, hablan y hablan... podrías saberte su vida de memoria. Pero llega un momento, en el cual ya no les das tu tiempo, ni tu afecto, ni tus oídos ni tus ojos. Desapareces. Tienes siempre una excusa a mano para no tener que saber de su vida. No aportan nada, y sabes y/o intuyes que en algún momento se irán. No dejan huella. A éstos los defino como chupópteros.
A éstas alturas de mi vida, ya distingo un poco a los amigos, de los conocidos y chupópteros. En la vida es inevitable convivir con todos. Y cada día soy más feliz de pasar mucho más tiempo con la gente que busco, y me busca; que demuestro que quiero, y que me demuestra que me quiere. Esa gente, esos amigos, son diamantes. Hay que conservarlos, hay que mimarlos, hay que dejar que sigan brillando, y dar gracias por tenerlos en mi vida.
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