1 jun 2015

... la naturaleza.

Desde que tengo uso de razón, me recuerdo cogiendo mi bici y saliendo al campo. 
Dónde soy feliz...
Con los años, la afición ha ido a más, y ahora entiendo qué me pasa. Cuando estoy en el campo, soy feliz. Viendo a los animales cómo se alimentan con los pastos. Observando el vuelo de las aves, escuchando su trinar (que aún me cuesta identificar). Admirando los horizontes infinitos. Admirando la belleza de plantas y arbustos "al azar", y que componen paisajes absolutamente increíbles. Escuchando el murmullo de las aguas. Y muchas veces, estoy a solas. Sin nadie más.

Da igual la estación... La naturaleza sigue su ciclo, su orden... Cada estación es diferente. Y cada amanecer. Y por supuesto, cada atardecer... Es el equilibrio natural. Todo encaja. Si la escuchas, si la observas, la naturaleza habla. El árbol al que abrazas, te recarga de energía. El agua, en su cauce, sigue su curso... No hay fallos (salvo que la mano del hombre intente alterarlo, y la naturaleza, sabia ella, busque su camino).

Estar junto al agua (un río, un lago, el mar) y contemplarlo, escucharlo... Me da mucha paz. Me sosiega. Me calma. O esos días de lluvia, que estás sin paraguas, sin nada que te proteja, y el agua te limpia, y sonríes... Te estás limpiando, te estás purificando... o asi quieres creerlo.

Estar en medio de la nada, y escuchar la respiración de la Madre Tierra...

Sí, todo encaja... El campo me da felicidad, calma, paz, sosiego. Desconozco muchos nombres de árboles, de plantas, de aves... pero a cambio, sé que en medio de la nada, es dónde quiero estar. Dónde la naturaleza me seduce, me mueve, me conmueve. Dónde me siento feliz por disfrutar de un mundo tan hermoso, tan singular.





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