El reloj no tiene la culpa... |
Somos nuestros actos más que nuestras palabras (las palabras, o se las lleva el viento, o se olvidan). Somos la caricia, la alegría, la sonrisa, la sorpresa, la lágrima y el perdón. Somos lo contrario si lo permitimos. Somos nuestros jueces y nuestros verdugos. Somos seres sintientes con memoria, con recuerdo (aunque ni un beso, ni una caricia, se sientan de nuevo). Olvidamos lo que no creemos, lo que no creímos. Olvidamos lo que nos interesa, lo que nos duele, lo que nos aprisiona. Olvidamos lo que dijimos a quién nos creyó a pies juntillas. Olvidamos promesas, momentos. Olvidamos porque no queremos dar valor a nuestra palabra. Olvidamos porque queremos ser libres, olvidando que ya somos libres y que lo único que nos da valor es nuestra palabra... de honor. Olvidamos que para tener libertad hay que actuar libremente, y que lo que dijimos o hicimos lo hicimos libremente, sin ninguna presión, sin ninguna pistola que nos señalara y obligara a hacer nada que no quisimos. Pero el reloj no tiene la culpa de nada. Somos nosotros, los que un día prometimos y cumplimos los que debemos entender que el reloj no es culpable. Que los culpables son seres sintientes como nosotros. Con su reloj y sus tiempos. Admitamos que los relojes no se paran. Admitamos que a veces más que el tiempo, sólo pasan los días. Admitamos que sólo tenemos una vida, y que esa vida no se hizo para llorar, para sufrir, sino para aprender, para crecer, para ser felices con aquello que nos alegra: una caricia, una palabra, un mensaje de buenos días al despertar y un mensaje de buenas noches al ir a dormir.
El tiempo pasa, pero el reloj no tiene la culpa. No busquemos culpables. Busquemos soluciones, y busquemos no olvidar lo que vivimos, lo que sentimos. Es más fácil decir que se ha olvidado, que olvidar. No caigamos en la trampa. No seamos tramposos. No se olvida en un día cuando se siente que la vida te acompaña. No se olvida cuando el reloj sigue marcando horas y sigues soñando, imaginando, creyendo... No. No se olvida. El reloj no tiene la culpa.
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